domingo, 6 de abril de 2008

D.1. DOS PREGUNTAS

1. ¿Por qué y para qué crea usted?

Creo porque no soporto el silencio, que tanto cambio me conforme y nada quede ahí para constatar que siempre soy otra; quizá por mera desconfianza en la voluntad del otro para permanecerme a la existencia, a mí en todos mis matices y puntos de vista.

También escribo para confirmarme la cuestión de los pronombres: decirme yo para validar esta helyocéntrica ilusión de mí individuo; decirte tú para afinar aquello que me libera de amarte hasta confundirme; decir un uno, un él, un ella, para encarar la facultad de abstraer y objetivar cuando me ensoberbio; decirnos nosotros para comprobarme como ser político; decirles ustedes para discernirme de su turba; decir un ellos, un ellas, un los, igualmente para abstraer y objetivar, pero cuando me conduce la angustia de la pertenencia.

Quizá solamente para develar cómo se desdibuja lo deíctico en su relativo devenir y cómo me resulta inevitable añadir al verbo infinitivo (impersonal, intemporal, innumérico) el fonema del compromiso –ése poderoso ‘me’ que revierte en mí la cosa–, añadirlo reflexivamente, para echarme en cara al mundo; o en todo caso el fonema impersonal –ése poderoso ‘se’ que revierte la cosa en una abstracción –en caso de que alguien quiera incluirse en ella.



2. Según Camus: el primer gran problema filosófico es el suicidio, a saber, si la vida vale la pena o no de ser vivida ¿En su vida, este planteamiento es válido hoy? ¿Tiene usted una solución definitiva a esta cuestión?

Sí. Resolví, justo hace unas semanas, que en esto no puedo andarme con medias tintas. O se vive o no, y se vive para que no quede, por lo pronto, en el otro la responsabilidad de evocarse, de decirse a uno mismo. Y por lo pronto, me quedo aquí para que nadie se confunda y quede en mí, más en mí que en ningún otro, la potestad de mí misma.
De ahí que ambas preguntas se encuentren íntimamente ligadas. Seguir viviendo uno mismo –porque la cuestión del suicidio se trata del individuo y no de la vida en si– implica antes que otra cosa, ejercer la capacidad de actuar sobre el mundo, y eso es crear, jugar a afectar, jugar a jugar a afectar, jugar a responsabilizarse de ese jugar a jugar a afectar al mundo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu juego pronominal supera con mucho el vasto silencio que sugerí y que pensé recibiría.

Sobre la segunda respuesta no estoy de acuerdo con tu lirismo. Será que TAO es esencialmente la negación de la poesía y ni modo, tú, querida piri, eres poeta por más que te vistas de seda.

Lo que no me gusta es la idea de que la vida sólo tiene sentido a partir de la experiencia humana. La vida es, un correr heracliteano, nos mojemos nosotros (más que en tu definición política, piensa en el nosotros físicos, incorporado a "otra cosa") o no nos mojemos, nos enteremos o no. Pequeños, poca cosa, si acaso una palabra.

Lorenza Franco Rolón dijo...

¿TAO? ¿Lirismo? En todo caso...¿Con qué otra forma puede uno realmente comprometerse con la palabra?

Respecto a lo otro...
Entiendo, hay una vida cuyo sentido trasciende la experiencia humana, pero no me atrevería a llamarla vida. Para tal no hay nombre, no hay sentido, ni significante qué imitar, esa vida como tal no requiere de signos, ni de posturas respecto al suicidio, ¿para qué empeñarse en correlacionarla con el dilema de la voluntad si al momento de hablarla, de decirla, ya se está hablando de otra cosa, de la vida que atañe al individuo?

La vida esta que nos corresponde amar está en el lenguaje, y en todo caso ese correr heracliteano pertenece a la vida significada también.

Sobre ese "no nos mojemos", no podemos hablar, ¿Para que intentarlo, negar que somos centro en las ideas, huir de la condición de individuo, única ante la cual podemos confrontarnos con la "vida", aquella otra que para nosotros tal vez nunca exista.?

Pablo Martínez Zárate dijo...

yo sí le entro a ese juego, a jugar que juego, aunque torpe sea ante todo su talento.

Anónimo dijo...

Es que de nuevo, estamos hablando de deportes distintos. El lirismo no tiene nada de malo. Yo prefiero, simplemente, la teoría de Tao, la práctica, es otro cantar.

El problema subjetividad-objetividad, no tiene ninguna importancia. No sé quién niegue el antropocentrismo, pero me parece que ése se equivoca tanto como el que lo vitorea.

Y claro, que hablar, es siempre hablar de otra cosa, no hay identidad entre significado y significante, eso es tan viejo como el pobrecito Hermógenes que se quedo mudo. Pero de nuevo, yo no me meto en esos deportes, porque ya estoy viejo.

Y si nada de lo que dije está claro aquí algo de mis amigos taoistas, ¿hombre centro? ¿hombre nada? no nos pongamos heracliteanos o maniqueos:

El árbol que andas buscando a veces se llama sol
O también lago, o nube.
Pero también puedes llamarlo mar, arena o viento.
En cada uno de ellos encuentras el árbol de la vida.
Los nombres son muchos, mientras que el Uno es único.
Ese es el árbol que estás buscando...
Así fue como descubrió las raíces del árbol,
Buscando en su propio corazón.